Ayer visitamos Start Up Olé en Salamanca, un evento que conecta ecosistemas de innovación y emprendimiento. Comprobamos que un reto clave del emprendedor/innovador es la gestión de relaciones y personas; otro, aprender a conectar mente, corazón y acción en proyectos que realmente mantengan vivo el propósito personal y acompañar esta co-creación desde el aprendizaje, tanto del proyecto como de autoconocimiento. Estas necesidades conectan con otras que nos plantean a menudo las organizaciones ya consolidadas, sobre cómo pueden crear competencias personales y de equipo que potencien la capacidad de innovación y de intra-emprendimiento, liderando proyectos desde una cultura de tolerancia al riesgo.
Mejorar estas capacidades –necesarias para liderar en entornos VUCA (volatile, uncertain, complex, ambiguous)- requiere tres habilidades Mindfulness, tanto a nivel individual como de equipo: primero, una mente abierta y disciplinada que recoge e integra nuevas ideas, personas, conceptos e información (pensamiento divergente); segundo, tomar conciencia de las nuevas ideas y su significado para aquello que queremos trabajar, así como formas de integrar personas (pensamiento convergente); y en tercer lugar, tener el coraje y la resiliencia para abordar los retos que se abran en su puesta en marcha y aprender desde la acción.
Desde el Instituto de Mindful Leading (IML) trabajamos estos retos con distintas herramientas: Proceso U, Acción-Aprendizaje, Coaching, Enfoque Sistémico… pero para no extenderme, me centraré solo en el entrenamiento en Mindfulness, que podríamos considera la base de un “slow innovation movement” (o desacelerar para coger impulso).
Está demostrado que practicar ciertas formas de Mindfulness entre 10 y 20 minutos al día (como poner nuestra atención en la respiración) mejorar nuestra capacidad creativa, de resolución de problemas y de toma de decisiones. Lo hace 1) creando un espacio mental de calma desde el que reducir los juicios y pilotos automáticos que bloquean el pensamiento divergente; 2) reduciendo el ruido mental y reactividad que dificulta el pensamiento convergente y el foco; y 3) creando un espacio desde el que observar nuestras emociones –y al implacable crítico interior- que permita hacernos más resilientes para la efectiva puesta en marcha de las nuevas ideas.
Un punto de partida para comprender por qué esto es así es conocer mejor el funcionamiento de nuestra mente y nuestros instintos primitivos de supervivencia, tanto el sistema para escapar de las amenazas como el de obtener recompensas. El primero nos lleva al conocido “parálisis-huída-lucha” y el segundo, que busca el mínimo gasto de energía, potenciará trabajar en “piloto automático”, o bien la recompensa inmediata –la que dan las minitareas en el multitasking-. Claramente amenaza y recompensa cuando se dejan en “automático” son “enemigos” del proceso creativo. En los entornos VUCA de alta presión en los que se desenvuelven muchas organizaciones, estos dos sistemas están a flor de piel, y es común funcionar en 'piloto automático' para evitar riesgos o manejar la saturación de tareas. No pasaría nada si no fuera porque el 'piloto automático', además de reducir nuestra creatividad, nos genera estrés e infelicidad.
Para complicar aún más el el proceso creativo, nuestra cultura ha priorizado el lado menos creativo del cerebro (lóbulo izquierdo, donde se asienta el pensamiento racional). Si bien idóneo para entornos conocidos (resolver tareas rutinarias y problemas en los que se puede seguir un razonamiento lógico) resulta mucho menos útil para entornos complejos (aquellos que requieren de un “insight”, un salto creativo) . Simplificando, nuestro cerebro tiene dos “modos”: el modo “pensamiento” ( “Hacer”) y el modo “consciencia” ( Ser). Con el segundo podemos experimentar el mundo directamente, de primera mano, sin que nuestros pensamientos se conviertan en intermediarios (sin “pensar” el mundo). El modo Ser no es mejor ni peor que el modo Hacer, simplemente tiene usos diferentes, y es el requerido para la creatividad y el insight.
¿Cómo implantar un programa Mindfulness en una organización o una incubadora de start ups que fomente la creatividad? El experto en Mindfulness y creatividad Danny Penman propone un programa de 4 semanas dirigido a equipos y líderes de proyectos de innovación que combina prácticas formales de control mental y actividades “liberadoras de viejos hábitos”:
- Primera semana. Empezamos a trabajar el espacio de calma mental que facilita reconectarnos con naturalidad al mundo, cultivando una mente más clara y receptiva, abierta a nuevas ideas. Dedicaremos 10-20 minutos (ampliando progresivamente) a llevar intencionadamente nuestra atención a la respiración, creando la tranquilidad que nos permitirá posteriormente observar sensaciones, pensamientos, emociones y relacionarnos con todo aquello que nos rodea con ecuanimidad. Este trabajo nos entrenará de un modo importante en mantener el foco (fundamental para nuestra intención de crear), y nos liberará de la ansiedad y el estrés.
- Segunda semana. Centramos nuestro campo de atención en los pensamientos según emergen descubriendo nuestros juicios y sesgos, 'des-identificándonos' de ellos. Este trabajo nos proveerá, además de claridad, de agilidad mental, al tiempo que la memoria ayudará a la mente subconsciente a procesar la información.
- Tercera semana. Entrenaremos la reactividad, aprendiendo a responder con resiliencia. Llevaremos nuestra atención a la voz crítica interior, detectando aquello de lo que huímos y sabotea nuestros proyectos de innovación. El miedo, la rabia y el cinismo estrechan nuestro campo de atención. Nos enfocaremos en emociones positivas y en disfrutar el momento presente. Mejoraremos nuestra inteligencia emocional y social mejorando el trabajo de equipo.
- Cuarta semana. Ha llegado el momento de aprender a dar entrada al pensamiento divergente, aprendiendo a pasar del 'modo Hacer' al 'modo Ser' a voluntad. En vez de pensar en el mundo, lo experimentamos directamente, en estado de pura consciencia o Mindfulness. Desde ahí, acogemos al “insight” creativo, al trabajo en flujo, la co-creación con otros y aquellas otras actividades del proceso de innovación.
Pasadas estas cuatro semanas (desde el Instituto recomendamos espaciarlo a 8), llega el momento de la verdad. A partir de la “quinta semana” integramos esto en nuestros hábitos y procesos dentro de la organización o la start up, para lo que es importante haber fijado liderazgos y reconocimiento/apoyo desde el más alto nivel, desde un claro “por qué” y propósito. Unas recomendaciones finales: reconocer a nivel colectivo la vulnerabilidad que encierra la necesidad y la intención de innovar, abrirse al error y el aprendizaje, y disfrutar del proceso.
Rafael Cobo Calleja - IML 2016