Existe evidencia científica que demuestra que disfrutarconduce al éxito, como se expone en el artículo “The Hapiness Dividend” (Harvard Business Review 2011). Esto contradice la creencia popular de que para alcanzar el éxito (individual u organizacional) son necesarios el esfuerzo y el sufrimiento. Ya están cuantificados los efectos de disfrutar en el trabajo: 37% de incremento en ventas, 31% en productividad, 19% en calidad e impacto en la mejora de posibilidades de promoción interna.
La primera creencia que necesitamos cambiar es la de que el disfrute depende de un estímulo externo: éste sería en cierto modo el enfoque “hedonista”. Y es que está probado que personas a las que les toca la lotería o se les diagnostica una enfermedad grave son igualmente felices o infelices. Algunos hablan de temperamento, pero realmente el disfrute innato, el “eudaimónico” (ligado a la “plenitud del ser”, en griego) es algo que se cultiva.
Chade Meng Tan (VP de Google y autor del best seller “Busca en tu interior”) habla de tres pasos, basados en técnicas de Mindfulness, para construir el círculo virtuoso del disfrute: el primer paso es la paz interior (calmar la mente) como puerta a sentir el disfrute. El segundo paso es llevar nuestra plena atención al disfrute en cualquier acción cotidiana y familiarizarnos con él en nuestro cuerpo; el tercer paso, “elevar la mente”, a través del cultivo de la compasión y la amabilidad (“loving kindness” en inglés).
Para calmar la mente, el primer paso, recomendamos el anclaje más sencillo: en la respiración. Algo que llevamos con nosotros y por tanto a lo que siempre podemos recurrir.
Una vez hemos sido capaces de adquirir una mínima calma mental, es posible apreciar con más nitidez los momentos de disfrute que se producen a lo largo del día. Es importante que tomemos consciencia de ellos, ya que estamos acostumbrados a lo contrario: a fijar la atención –por ejemplo en nuestro cuerpo- ante lo negativo y el dolor. Empezamos así a consolidar el disfrute en nuestro cuerpo. Para ello podemos usar distintas prácticas muy sencillas, desde llevar la atención a cualquier práctica del día a día y sentir el disfrute que genera (el contacto del agua al ducharse, el primer bocado de mi comida, conversar, una mirada…) a apreciar la ausencia de sufrimiento, que estamos vivos, etc.
Un enorme impulso al disfrute se obtiene empleando dos prácticas muy utilizadas por los meditadores por su gran efecto: la “bondad-amorosa” (“metta” o “loving kindness” en inglés) y la “compasiónUnos segundos de práctica son suficientespara cambiar tu entorno y a tí mismo en cuestión de segundos. Consisten simplemente en desear el bien al otro (desde el corazón y en silencio le ofreces al otro un “te deseo que seas feliz”), y desearle liberarse del sufrimiento, respectivamente. Estas prácticas son realmente eficaces, como atestigua el escáner cerebral de Matthieu Ricard (científico y monje budista), gran practicante de la compasión y, oficialmente, la persona “más feliz del mundo”. Cuando observamos el sufrimiento con ecuanimidad, emergen tres cualidades: coraje, confianza y amor desinteresado. Todas ellas llevan la felicidad consigo.
¿Cómo podemos poner todo esto en nuestro entorno de trabajo y en la empresa? Primer paso, deshacernos de lo tóxico. El segundo paso, entendiendo que el verdadero disfrute no viene de lo externo sino de este cultivo interno, es apoyar el trabajo individual –a través de estas técnicas de Mindfulness por ejemplo- para que cada persona florezca. Lo cierto es que “el camino a la felicidad es la felicidad”: en cada acción, relación con el otro, una persona “mindful” encuentra aprendizaje y vitalidad. ¿Te atreves a ser feliz en el trabajo?
Rafael Cobo Calleja – IML 2016